En Ecuador, los debates sobre minería y agua vuelven a poner sobre la mesa una preocupación de siempre: ¿qué pasa cuando los proyectos extractivos se ubican en zonas donde nacen ríos y humedales? La tensión no es exclusiva de la minería: la agricultura intensiva introduce fertilizantes en los cauces, el crecimiento urbano sobrecarga los sistemas de drenaje, y la deforestación modifica la recarga hídrica. En todos estos contextos, el riesgo es el mismo: la posible contaminación o alteración de nuestras fuentes de agua. Para enfrentar ese reto, la ingeniería cuenta con una herramienta poderosa: los Sistemas de Información Geográfica (GIS).
Con GIS es posible mapear y entender el funcionamiento de los sistemas hidrológicos con detalle. A partir de modelos de elevación, información geológica y datos climáticos, podemos delimitar cuencas hidrográficas y detectar zonas de recarga que abastecen a ríos y manantiales. En varios proyectos de ingeniería en Latinoamérica, por ejemplo, se han utilizado estos análisis para priorizar áreas de protección donde el agua subterránea alimenta directamente a poblaciones rurales.
GIS también permite modelar escenarios de riesgo. Pensemos en un derrame de hidrocarburos, en el uso excesivo de pesticidas o en la descarga de aguas residuales: ¿hasta dónde llegarían estos contaminantes? ¿qué ríos o comunidades podrían verse afectados? La modelación espacial proyecta estas trayectorias y ayuda a anticipar las consecuencias, algo fundamental para diseñar planes de mitigación o contingencia antes de que los problemas ocurran.
Otra aplicación cada vez más utilizada es la integración de datos de monitoreo en tiempo real. Plataformas GIS pueden recibir información de estaciones hidrometeorológicas o sensores de calidad de agua y generar alertas cuando se detectan anomalías en parámetros críticos como turbidez, pH o concentración de metales. Este tipo de sistemas de alerta temprana ya se aplican en cuencas estratégicas de Colombia y Perú, donde el monitoreo continuo permite reaccionar rápidamente ante eventos que podrían comprometer el suministro de agua potable.
El agua, más que un recurso, es la base de la vida y del desarrollo. En un país donde este elemento es tan sensible y disputado, la tecnología no reemplaza el debate, pero sí aporta claridad y evidencia para guiarlo. El reto es que las decisiones que afectan a nuestras fuentes hídricas se tomen con criterio técnico y datos confiables, y no solo bajo presiones momentáneas o intereses externos. GIS nos brinda esa capacidad: anticipar escenarios, reducir riesgos y orientar acciones más acertadas para proteger lo que realmente importa —nuestros ríos y nuestra agua.